Hoke en Madrid: la penúltima llamada desde Tres Cruces

No todos los días uno presencia una ceremonia, y mucho menos cuando esa ceremonia tiene forma de cabina de teléfonos, fuego, pogos, rap y agradecimientos sinceros. Pero el sábado, en Madrid, Hoke no solo repasó sus discos ni presentó su nuevo álbum Tres Creus: puso a Vistalegre de rodillas.
Con un set de 90 minutos, el valenciano convirtió la capital en su segunda casa. No hubo teloneros, ni falta que hicieron. Porque lo que vivimos fue una llamada directa desde Patraix al corazón de Carabanchel, sin necesidad de traductores: todos hablamos el idioma del barrio.
El inicio de una liturgia
El Palacio Vistalegre abría sus puertas a las 19:00, pero no fue hasta las 21:15 cuando empezó la misa. Con Dálmatas como apertura, el ambiente se convirtió en algo más que música: era una comunión entre artista y público, entre beat y alma.
Aún con el abrigo puesto, Hoke empezó fuerte, y desde las primeras rimas el público —en su mayoría veinteañeros con estética streetwear— ya estaba entregado. Las gradas y la pista, que a las ocho aún parecían tímidas, se llenaron hasta los topes justo a tiempo para sentir la onda expansiva de Tres Creus.
Una pasarela de invitados, un desfile de barras
Madrid fue la penúltima llamada, sí. Pero también fue una de las más multitudinarias. Hoke no estuvo solo: Ergo Pro y Ébano encendieron el escenario con MAN, Elio Toffana apareció como el príncipe local para Nadie Vivo y ToteKing, con su recién asumido retiro, regresó con Oversize y Chevy Red, desatando vítores en todo el recinto.
Y esto solo era el principio. Natos y Waor, Juicy BAE con su incendiario BITCH, Ill Pekeño y sus momentazos con Calle Cortada y Desamparados… El concierto fue también una fiesta de la escena. Tres Pekeño, Ergo y Hoke formaron ese tridente que hoy por hoy lidera el hip hop estatal desde las aceras.

Una cabina. Un teléfono. Un himno.
El instante más cinematográfico llegó con Moondial. En mitad del escenario, una auténtica cabina de teléfonos. No de atrezo. Real. Con cable, con auricular, con micrófono escondido. Hoke entra con su North Face, se cuela por la puerta, levanta el teléfono… y empieza la magia.
La base de Atari Hanzo suena y el público contiene la respiración. Lo que parecía una escenografía se convirtió en un momento para la historia. Miguel Grimaldo, su técnico de sonido, ya explicó que aquello era más complejo de lo que parecía. Pero lo que sentimos fue sencillo: verdad.
Del fuego al final: pogos, bangers y agradecimientos
Tras Moondial, Hoke dejó caer tema tras tema de BBO y sus trabajos anteriores. El público enloquecía con Hi-tech, 96ers, y esa sucesión de bangers que nos tenían saltando como si estuviéramos entre Roland Garros y Mestalla, como él mismo sugiere en sus letras.
Luces rojas como mirillas, fuego, humo, cruces iluminadas, proyecciones impactantes. Toda la producción fue un acierto. El sonido, perfecto. A pesar de lo difícil que puede ser sonar bien en Vistalegre, el equipo técnico lo bordó.
Y al final, con la camiseta empapada, las gafas puestas y una actitud de humildad brutal, Hoke solo tuvo palabras de agradecimiento: "Madrid siempre es casa", dijo. No necesitaba decir más.

Estilo, estética y energía
Primera mitad: North Face negro, capucha arriba.
Segunda mitad: Prada, gafas de sol, camiseta blanca.
Público: Lacoste, camisetas del Valencia, camisetas de fútbol, incluso jugadores de Primera División entre el público. Una mezcla perfecta de fútbol, calle y culto urbano.
Y en la pista… pogos, camisetas volando, cervezas por el aire, el Vistalegre convertido en un coliseo. La grada 2, fila 4, asiento 5 —mi sitio— era una butaca privilegiada para ver cómo un artista podía hacer suyo un escenario tan grande, solo con su voz, sus letras y su historia.
La penúltima llamada. El próximo destino: Valencia.
Si Madrid fue espectacular, Valencia será apoteósica. El 5 de abril en la Plaza de Toros. Ya cuelga la lona de Tres Creus en el centro de la ciudad. Y el propio Hoke lo ha dicho: "No va a tener sentido".
Si aún estás dudando en ir, deja de hacerlo. Porque, como él mismo rapea, esto no es solo música. Es ciencia. Ciencia de barrio, de asfalto, de verdad.

Puntuación general del evento: 10/10
Recomendaría este show a cualquier fan del género. Incluso si no lo eres, es imposible no sentir algo.
Mejor momento: la cabina con Moondial y la energía del público en cada featuring.
Gracias, Hoke. Y hasta la última llamada.
Redacción: Almudena Balbuena